20 de noviembre de 2010



Los búfalos.


Dicen que los búfalos se encaminan al precipicio buscando su propia muerte. Dicen. Van corriendo hacia el despeñadero persiguiendo su sueño final, su último momento. Se detienen ante un panorama majestuoso de pasto, planicie y cielo; saben que más allá está la nada, la última promesa. Y en el momento adecuado, arrancan a todo brío hacia el final del horizonte y pegan el último salto.

Van cayendo los búfalos al precipicio entre el aire y las nubes, en medio del paisaje que se avanza a toda velocidad. ¿En qué irán pensando los búfalos mientras caen? Quizá en que nunca conocieron el mar. Quizá en que su encierro terrestre les fue insuficiente para el tamaño de sus sueños. Quizá por eso deciden volar. Y allá van los búfalos con sus sueños enloquecidos buscando su última libertad: lanzarse al aire buscando otra suerte y otro estar; persiguiendo los sueños que echaron a volar.

Están estos búfalos imaginando el mar. Imaginándose entre las olas y la espuma, pensándose nadar. Quizá por fin sean estos búfalos los primeros en no buscar ese destino final. Quizá estos búfalos han sabido, por fin, llegar.

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