Hasta acá ha viajado un niño para ver el mar. Ha hecho su camino a través de la larga noche para maravillarse de él. Nadie nunca le ha contado bien a bien cómo es el mar, pero él lo intuye inmenso; sabe que lo que irá a conocer no es como cualquier otra cosa, algo le dice que el mar es una transformación para siempre.
Llega de noche, cuando el mar es una superficie oscura y apenas móvil. Lo primero que conoce del mar es cómo habla y eso sí que es una novedad y un espanto. La voz del mar lo envuelve todo. En la noche se sobresalta y despierta porque el mar no lo deja dormir. Tadeo conoce la voz del mar como un grito y no como un arrullo; quisiera que el mar lo dejara dormir en vez de someterlo a su incesante ir y venir. Sucede que Tadeo está ansioso de ir a su encuentro. Las voces insistentes, los sonidos de nuestro mundo, deben ser conocidos si queremos conservar la cordura. Hasta esa noche, nunca me puse a pensar qué tan pesado sería escuchar constantemente la voz del mar sin antes haberlo conocido. Así, la voz del mar se parece a la de alguien que nunca vino del todo pero cuyo murmullo resulta imposible acallar. Esas ausencias de todo.
Cuando se hace el día, Tadeo corre a la orilla del mar. Ya ha visto sus nuevos colores con la primera luz de la mañana y ahora lo tiene a sus pies. Ahí viene la primera caricia del mar. Amor y mar son idénticos la primera vez: el vértigo, la incertidumbre, el miedo a lo inmenso, la fortuna de lo cambiante, el arrullo de lo constante, las corrientes ocultas que transforman en un instante lo bello en terrible. Cuando el mar se cuela en su boca, Tadeo aprende que, como el amor, el mar esconde un sabor inesperado: el mar también guarda su propio desencuentro.
Desde ese día, Tadeo sabe que sólo es posible hablar de mar en términos del mar. Una vez suyo (porque al mar se pertenece siempre), aprenderá todas las formas de imaginarlo y de evocarlo: almar, contramar, altamar, mar de fondo, mar abierto, ola, luz.
Ahí está Tadeo, buscando asirse de alguien, de una espalda fuerte, confiable y conocida, para enfrentar la primera gran aventura de su vida: el mar.
Hasta ganas dan de tener hijos
ResponderEliminar...o de ir al mar.
Tazuela, ¡esto es quizá lo más lindo que me has dicho en diez años! Que sirva también para reflexionar en cómo me tratas :(
ResponderEliminarCasi inmóvil pero hablador, de día y de noche. Que susurra a carcajadas y grita cautelosamente.
ResponderEliminarAhí el mar; pacífico y peligroso. Coherente por su belleza y absurdo por sus riesgos.
Bravísimo brother!
ResponderEliminarJajajajajaja. No pude evitar reír de los malos tratos de Tazuela :D
ResponderEliminarQué raro escuchar el mar sin haberlo visto nunca, debe ser bastante desconcertante.
Gracias por la reflexión y por toda la imagen :)