Detrás de nosotros quedó el horizonte. Venimos acá para exhibir nuestro llanto. Estamos hechos de lágrimas grises y llorando venimos a llorar. Hemos sido dos, compartimos el sol, el cielo, el mar y el viento.
Sin quererlo, recuerdo que un día dijiste que nunca llorarías por esto. Para saber que lloras basta con conocerte por dentro. En el mar donde lloras llenecito está de tus lágrimas, mecidas por el viento.
Para qué esconder tanto el llanto cuando hay razones de sobra para ello: el perro de la calle, tu corazón podrido, los sueños invisibles que se van rompiendo en silencio, lo que nunca seremos, lo derruido, lo fácil, lo muerto y lo vivo, los rincones sin luz, las esquinas donde no dobla el viento, los que nunca se quedan sin aliento, lo que se va haciendo viejo.
Y así nos vamos resignando hasta que entender que llorando se va viviendo.
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